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Shikanu’ es mi nombre de arte, distinto del nombre anagráfico (Antonella Meloni Corsini), no porqué me guste negar la elección de mis padres o mis orígenes, sino porqué Shikanu’ es el nombre con que me llamó una niña, cuando yo tenía cuatro años, invitándome a tranferir en una hoja de papel los brillos de luz que se asomaban de lo conos de sombra de mi mente, ofreciéndome la posibilidad de experimentar una nueva manera de exspresarme que no fuese sólo verbal.

Mi nombre se pronuncia con tilde final pero se escribe con «apostrofo» - (= ‘ signo ortográfico de la lengua italiana que no existe en castellano y que todavía nunca se utiliza de la forma con que lo escribí en el nombre Shikanu’) - para subrayar que no es parte de ningún idioma existente siendo, tal vez, fructo de mi imaginación o de mi deseo de tener otro nombre que fuese menos común, como me sugirió mi madre cuando le hablé de la niña que primera me llamó así.

Era y soy una que habla mucho y rápido, pero a menudo acontecía que encontrara a quien opinaba con la lengua venenosa sobre la vida de los demás, mietras era joya rara encontrar a quien, como yo, deseaba confrontarse sobre los asuntos profundos de la vida, por lo cual era más fácil “arrastrar” (en el sentido de actraer)  a los demás hacia mis inclinaciones de pensamiento, llamando su atención  por el estímulo de las imágenes.

Soy una persona que duerme poco y sueña muchísimo, y en mi interior hay todo un remolino de luces y sombras en las que intento quedarme en equilibrio, porqué creo que ninguna luz pueda despertar tanta maravilla si también no hay una zona de sombra que la enfatice; y capto, propongo y pongo a un lado ideas con sentido de inquietud, pues sé que la vida no me alcanzará para poderlas exteriorizar todas.

Dijo Edith Wharton: “Hay dos maneras de difundir la luz: ser vela o ser espejo que la refleja”.